28 de septiembre de 2008

La Poética de la Ensoñación

Atrapada en el insomnio y sobreviviendo de la ensoñación diurna, he comenzado a vivir en una nueva realidad. Me veo perseguida por la tragedia familiar de Electra y los Átridas, mientras observo a Centauro dirigirse siempre hacia el sur, Prometeo suelta sus cadenas y camina por las calles de París, Afrodita se une a Diana creando una nueva diosa, Eduardo II ha perdido su forma y se muestra como un gran grupo de hombres peleando por un balón en el escenario, Arreola e Ibragüengotia mezclan sus palabras en mi cabeza y mientras pienso en reclamarle al zapatero, me dedico a homenajear a la burocracia capitalina, Peter Brook me sonríe transformado en Jesucristo y el Odin Teatret canta mi bienvenida al mundo del teatro.
Soy niña, soy anciana, soy un gato, soy envidiosa, soy valiente, soy Meryl Streep, soy Amelie, soy Mafalda, soy Laura Almela, soy Electra, soy Madame Bovary, soy Else, soy Julia, soy La Cantante Calva.
Paralelamente, continúo lucubrando mis fantasías habituales (¿La ruptura representa una nueva oportunidad? ¿Por qué cuando me miras te miro? ¿Un té?)

Y yo, siempre inconforme, muerta por el cansancio, me acuesto por las noches, cierro los ojos y mis propios sueños nocturnos (gracias Esther por el remedio para recordarlos) me impiden descansar de la ficción. Que así sea.

1 comentario:

Elsa RBrondo dijo...

Uno de los mejores textos que te he leído. Guau, muero de envidia.