16 de junio de 2010

Transcripción

Me sorprende la manera en la que he dejado de escribir. Nunca, en toda mi vida había dejado pasar tanto entre uno y otro de mis registros del paso del tiempo. Mi mano ha comenzado a padecer calambres por falta de uso. No se puede. Nunca se pudo, ni se podrá. Tengo miedo del paso del tiempo, de la muerte, de los otros, del río, de Dios. Siento vértigo. Miedo. Hace mucho que no lloro. Quiero ir al cine. SOLA. Encontrar personas en el camino que sean personas solas y hacernos compañía. Quiero cerrar los ojos y soñar con Esther y hacernos compañía. Hay días en los que todo se reduce. Que me siento atrapada en la lógica y el orden de mis palabras. Me alimento de la observación de los otros. LOS OTROS. La posibilidad de un interlocutor a la vuelta de la esquina. La no posibilidad de escribir. Segismundo. Creo que tengo que irme antes de ser olvidada en mi propia casa. Antes de ser reducida a un mueble, mueble Beckmann, mueble Isabel. FIN. El llanto al finalizar la mejor de las novelas. "Pecas de autocompasión". ¿Se puede? ¿Puedo ser colgada de contentillo? ¿Subirme a mi rama de vez en cuando para recordar, para no estar tan asustada? ¿Puedo?

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